Ya lo sé, hace casi un mes que no escribo y es lógico presumir que puedo estar pasando el mejor de mis momentos y que ya no necesito desahogarme en este blog.
No es así, estoy en una situación distinta pero sintiéndome fuera de mi eje una vez más. No pasaron demasiadas cosas en estos cuasi 30 días; lo más importante es que el tiempo como siempre es el mejor aliado que uno tiene para olvidar a las personas o por lo menos verlas desde otro punto de vista.
No volví a ver a D, sí chateé un par de veces con él (con algunas confusiones de por medio, por bromas que le hice) en términos muy amigables. Volví a verlo dos veces más: una, cuando salimos con los chicos y lo encontramos en un bar, nada interesante para mencionar; y la segunda fue apenas anoche, cuando yo volvía del gym y lo vi tomando un helado en la vereda, pero no me detuve a hablar con él, simplemente lo saludé a la pasada.
Traté de salir adelante, mejoró mi ánimo, mejoró mi estado de salud aunque ahora este maldito humo se empeñe en derrumbarme. No obstante, hay otras cosas que me dejan sin aire, que me ahogan, que me producen espasmos y no precisamente respiratorios.
Apareció alguien del pasado, a quien apenas conocía de vista y de intercambiar algunas palabras en el pasillo o el ascensor de un trabajo anterior. Alguien que no me era indiferente, pero que siempre pareció muy distante, un imposible. Daba la impresión de ser muy introvertido, reprimido, lejano y que nunca se fijó en mí. Hace 10 días me contactó a través del Facebook, la nueva herramienta de levante según me han dicho y que estoy confirmando quizás ahora. Me envió mensajitos por ahí, me pasó sus teléfonos, me envió un regalito virtual, me preguntó cuándo nos veríamos, que le avise. Le contesté tímidamente, con cierta desconfianza. Volvió a insistir días después, y finalmente acordamos vernos el sábado pasado. No voy a negar que mi autoestima se inyectó de entusiasmo, sentí nuevamente esas mariposas en el estómago que anuncian buenos presagios. El sábado me propuso ir a comer en lugar de tomar unos vodkas como había sido el plan original, y por supuesto acepté.
No voy a explayarme sobre el desarrollo de la salida porque los detalles ya no importan. Sólo puedo decir que fue una noche casi perfecta, con algunos desajustes, algunas fallas, pero nada grave. Traté de ser espontánea, divertida, yo misma, pero siguiendo los pasos del manual de las primeras citas como nunca antes recuerdo haberlo hecho. Mostré interés en el grado justo, no hablé demasiado de mí, no me hice la inteligente ni la graciosa, no hablé de fútbol, en fin todo aquello que los expertos y los experimentados postulan que hay que hacer. El se esforzó por conquistarme, por impresionarme: fuimos a un restaurant excelente y caro, pidió un buen vino, fue caballero, galante. Demostró que había leído en detalle mi perfil de Facebook, me preguntó lo justo sobre mi vida amorosa, habló lo justo sobre la de él. Se mostró como el candidato perfecto: maduro, seguro de sí mismo, disponible, inteligente, caballlero, quizás queriendo dar una imagen demasiado perfecta. En la cena tomó un poco de más, tal vez producto de los nervios, pero no fue grave. Me invitó a tomar los vodkas prometidos en su casa; dudé en aceptar, obviamente tenía miedo de que la situación se me fuera de control y estropear una vez más lo que podría ser una maravillosa oportunidad. Finalmente dije que sí, cuando me juré y me aseguré de que no iba a pasar a mayores. Me mostró su casa, fue muy educado, charlamos, recordamos viejos tiempos, una anécdota muy curiosa que yo prácticamente había olvidado, y me besó. Obviamente quiso avanzar más allá de eso, y aunque ganas no me faltaron (lo confieso) y corrí el riesgo de quedar como una histérica o una tonta, le dije que no. Conclusión: dormimos toda la noche abrazados, con muchos besos y mimos de por medio, que se prolongaron durante la mañana. Eso sí, sus ronquidos no me dejaron dormir todo lo que yo hubiera querido, pero qué son unos simples ruidos cuando uno la está pasando tan bien con el hombre de sus sueños al lado. Me trajo el desayuno, me llenó los oídos de las palabras más dulces que había escuchado en el último tiempo, no quería que me fuera, en fin varias cosas que hicieron que olvidara haber visto dos preservativos prolija y estratégicamente ubicados sobre la torre de cds al costado del futón. Conseguí por lo menos dos veces no caer en la tentación, después de la última me dijo claramente que yo le gustaba mucho y no mentía. El adivinó la confusión que yo sentía y me tranquilizó diciendo que estaba todo bien, que no faltaría otra oportunidad, que no era ni tonta ni histérica, me hizo sentir la mujer más linda y deseada del mundo ... Me dio un pequeño block de Starbuck que decía "Have you got any idea about us?" para que si quería le escribiera algo divertido. Así lo hice y escondí el papel en su laptop para que lo encontrara más tarde. Todo tiene un final por supuesto, con lo cual al mediodía me depósito gentilmente en la puerta de mi casa, después de alrededor de 15 horas juntos. Alguna vez tuvieron una cita tan larga?
No hace falta decir que durante todo el día pensé mucho en él y a la noche le mandé un breve sms deséandole dulces sueños y una buena semana. Su respuesta fue inmediata, muy cariñosa y muy sensual sin ser desubicada. Hasta ahí todo bien, sin embargo hoy comenzó mi calvario.
En los manuales de las primeras citas los expertos dejan entrever que no es bueno que el hombre llame demasiado pronto para no parecer ansioso ni desesperado, pero que tampoco es bueno dejar pasar más de 2 o 3 días porque se puede interpretar como falta de interés. Ya pasaron 48 horas desde aquel sms y unas 60 horas desde que nos vimos, y nada. Siento que si mañana no tengo noticias suyas voy a caer en la más oscura de las depresiones y no quiero volver a sentirme así. Será que me estoy apurando, que lo estoy juzgando mal, que es otro más a quién no le intereso, que montó una mise-en-scene perfecta para hacerme caer y como no lo logró del todo decidió buscar una nueva presa, que me está histeriqueando, que se cree tan seguro de sí mismo (según mencionó al pasar) como para esperar que sea yo quien lo llame, que es otro enfermo que se cruza en mi camino sólo para que afloren mis terribles inseguridades y fantasmas de errores pasados???
Cómo puede ser que me esté pasando otra vez lo mismo, una vez más??? Qué debo hacer? En qué me equivoco? y si no es mi culpa, como seguramente muchos me dirán, por qué tengo que toparme una y otra vez con este tipo de hombres con los que las cosas siempre resultan mal?? Qué hice yo para merecer esto?? no lo busqué, no busqué esta situación, todo se dio de la manera más casual, no me apresuré, no cometí los errores de antaño ... qué es lo que está saliendo mal???
O será que soy yo la demasiado ansiosa y desesperada?? cuantos días más debería esperar para que me llame, o me escriba? cuánto es poco? cuánto es mucho? Qué hago si mañana no me llama después de las 72 horas de rigor? Si hoy martes, en realidad madrugada del miércoles, estoy así no quiero imaginar cómo estaré cuando finalmente se cumpla "el plazo". Si algo tengo claro es que no lo voy a llamar, antes de eso me corto las manos y se las tiro al rottweiler del primer piso; tampoco creo que sea bueno enviarle un sms; menos escribirle por el Facebook (ya pasamos esa etapa drásticamente); podría escribirle un mail casual para tantear el terreno y ver si es que está esperando alguna señal de mi parte. Parte de mí se muere por hacer esto, pero hay otra que me dice que no debo hacerlo. Que una vez más no debo cometer las equivocaciones del pasado. Qué voy a hacer entonces?? Resignarme, esperar mansamente que me escriba dentro de una semana o que nunca vuelva a saber de él, o que aparezca pero por el Facebook (sería la peor afrenta)? Debo ir al médico para que me recete ansiolíticos? me tomo media botella de tequila (el vodka no sería buena idea) para anestesiarme? No hace falta agregar que detesto esta incertidumbre por sobre todas las cosas, prefiero mil veces la nada, al menos uno no tiene que preocuparse o estar compulsivamente mirando el display del teléfono. "Blessed is the one who expects nothing for he shall never be disappointed". Cuánta razón tenía Alexander Pope.
Una vez más me encuentro esperando, esperando ... cuánto es poco? cuánto es mucho?