11 may 2008

Estoy en el horno ... I guess


"Cuidado con lo que deseas porque puede convertirse en realidad". Finalmente se concretó la segunda cita (superé la maldición, ¡aleluya!) y fue maravillosa, casi diría mejor que la primera, porque no estaban los nervios del primer encuentro, fuimos más espontáneos, nos relajamos, nos abrimos mucho más y nos dejamos llevar ...
Por supuesto no fue fácil, nada es fácil en esta vida que me tocó. Después de aquel llamado dominguero que no contestó, siguieron unos mails desde su dirección laboral a la mía lunes y martes (agregamos un nuevo canal de comunicación), un llamado que no pudo ser porque yo llegaba tarde de portugués y él se iba a dormir temprano, su viaje al sur por trabajo el miércoles, y dos sms que encontré el jueves al despertar enviados muy tarde la noche anterior:
Sms 1: "Estoy lejos, pero te extraño!" (extraña contradicción)
Sms 2: "Muero por verte, sos hermosa!" (histeriqueo encubierto?)
Le contesté a la noche, preguntándole sencillamente si faltaba mucho para que volviera. Y cuando vi su respuesta casi inmediata, confieso que por primera vez perdí la calma y escribí casi lo primero que sentí en ese momento: que si seguíamos a este paso no nos íbamos a ver nunca, y que iba terminar por creer que no tenía ganas de verme en realidad. El también reaccionó rápido y en vez de seguir escribiendo, me llamó. Me explicó que no conseguía pasaje hasta el sábado a la tarde, que estaba en lista de espera para el viernes, que por supuesto quería verme, que no me olvidara de él, que si lograba adelantar su regreso me avisaba enseguida, que le propusiera algo lo suficientemente atractivo como para hacer lo imposible para volver antes. Con parte de la serenidad recuperada, decidí seguir ese juego y le dije que no podía garantizarle que no me olvidaría de él, que en realidad ya casi ni me acordaba. Al rato llegó un nuevo mensaje que decía que finalmente le habían confirmado un lugar el viernes a la mañana ... caramba, sí que existen los milagros en la navegación aerocomercial. Como demoré un poco en contestar, me volvió a llamar y me propuso lisa y llanamente que lo invitara a comer el viernes a casa si es que para entonces no lo había borrado de mi memoria como en la peli "Eterno resplandor de una mente sin recuerdos" (yo le había advertido que me iba a someter a un proceso similar). No pude negarme.
No me puse tan nerviosa como la semana anterior, sólo estuve pensando en ese encuentro las 24 horas siguientes, pero de una manera más relajada. Ordené mi casa, encargué el sushi, me ocupé de todos los detalles, quería que fuera una noche perfecta. Y a las 10 y cuarto llegó. No voy a explayarme sobre todos los pormenores de la velada porque me llevaría horas, tantas horas como las que pasamos juntos. Se fue a las 12:30 hs del sábado y todavía siento su presencia en mi casa, es como si no se hubiera ido o mejor dicho como si yo no quisiera que se fuera.
Charlamos mucho, bebimos, le mostré mi casa, mis libros, mis fotos, escuchamos música y seguimos hablando sobre cada uno de nosotros. Nos hicimos preguntas, en una suerte de juego que él propuso donde sólo se podía contestar con la verdad. Algunas respuestas fueron reveladoras, otras tranquilizadoras, y algunas otras muy inquietantes. Pasó lo que tenía que pasar y fue hermoso, hacía mucho que no sentía tantas cosas juntas con un hombre y no es ningún cliché. Fue tan apasionado, dulce, tierno, dormimos toda la noche y toda la mañana abrazados, esta vez disfrutando de una intimidad total y absoluta. Me dijo cosas muy lindas en forma consciente e inconsciente, algunas sin saber muy bien por qué las decía. Yo le contestaba tímidamente y de vez en cuando me perdía en mis silencios, entonces él me preguntaba en qué estaba pensando, que se lo podía decir sin problemas. Cómo explicarle todo lo que se me cruzaba en esos momentos por la mente, un caleidoscopio de sensaciones y sentimientos. Jugamos mucho, me traía agua, me besó todo el tiempo, nos reímos, contó muchas anécdotas, yo conté otras. Se lo veía tan relajado, tan cómodo, era todo tan mágico, y me sentí contagiada, quasi drogada. Pero también hablamos y me dijo muchas cosas muy perturbadoras, que encendieron todas las alarmas y agitaron todos mis temores.
Me contó algo muy íntimo, que tiene que ver con un pasado extremadamente doloroso que lo marca y le duele hasta el día de hoy. Se hizo casi la peor publicidad que uno puede hacer de sí mismo, se autocalificó como un "mamarracho" cuando habló de sus relaciones amorosas, habló de su incapacidad y miedo a comprometerse, aunque algunas veces los venció (de hecho estuvo de novio y convivió); de lo difícil que es soportarlo (que por eso son las mujeres las que en general lo dejan); que él no abandona, sólo desaparece (explíquenme la diferencia); que muchas veces desea que alguien lo espere cuando llega a su casa y otras se alegra de no tener que ver a nadie; que no sabe si algún día se casará pero sí quiere tener hijos; que el día que se comprometa finalmente lo hará convencido porque estará seguro del paso a dar y porque seguramente ya estará cansado de disfrutar de todo lo demás; que cuando ve que las cosas van demasiado bien con una mujer se asusta y desaparece, a veces vuelve a aparecer, otras no sabe; que tiene debilidad por las rubias; que sólo le gustan las mujeres inteligentes; que resulté ser tan hermosa como siempre soñó diez años atrás. No hablamos del futuro inmediato, sí dijimos de sacar entradas para Rent, de ver películas juntos en su casa, de que lo visite en su oficina para que pueda comprobar si le siguen quedando tan bien los trajes grises y azules, de que lo invite alguna noche de la semana a comer unas empanadas a casa, de hacer un viaje juntos. Algunas cosas posibles, algunas no, otras quien sabe. Tardamos en despedirnos, yo no quería que se fuese y él parecía que tampoco quería irse, pero tuve que bajar a abrirle y finalmente se fue. A los 5 minutos me envió un nuevo sms: "Sos una mujer hermosa!", y 15 minutos después me llamó al ver que no le respondía (yo estaba tirada en la cama tratando de sentir todavía su olor). Me dijo que le había encantado la cena, mi casa, mis cosas, y por sobre todas las cosas, yo.
Todavía hoy domingo estoy intentando procesar todo lo que me dijo y nos dijimos, lo que sentí, y aún estoy tratando de luchar contra los recuerdos y vestigios de una noche que dejó huellas. Mi mente es un torbellino, tengo un nudo en la garganta y por sobre todas las cosas, tengo mucho, mucho miedo. Lo peor de todo es que yo sabía que esto iba a pasar y no pude ni quise hacer nada para evitarlo. Estoy en el horno, I guess ...

4 may 2008

La maldición de la segunda cita


En los últimos años no pude escapar a esa maldición ... la de la segunda cita. Porque no importa cuán buena haya sido la primera, siempre se necesita de una segunda para refrendarla, no hay otro modo. De qué vale haber pasado una noche/tarde/día fantásticos si después no tenemos la oportunidad de confirmar esa impresión que tuvimos, o de remediar algún error que cometimos, compensar algún impulso irrefrenable que seguimos, o darle una segunda chance a alguien que no nos convencio del todo pero que puede tener potencial.

No voy a retrotraerme demasiado en el tiempo, porque para muestra bastan algunas citas de los pasados dos años. En los dos primeros casos no llegué a la segunda cita por la sencilla razón de que el candidato en cuestión no me gustó.

Recuerdo que el primer candidato era insoportable, la peor cita de mi vida lejos. Nos habíamos conocido en una fiesta de disfraces en la que él estaba acompañado y yo fui con una pareja amiga supuestamente para que me presentaran a otro chico. Luego nos conectamos vía mail y teléfono a través de mi amiga, y me invitó a salir. ¡Un tormento! Me pasó a pasó a buscar por casa y dimos vueltas casi una hora buscando un lugar donde ir, ya que él dijo no conocer la zona y por ende ningún restaurant o bar o lo que fuera. Finalmente recaímos en un restaurant-winery muy tranquilo que a mí me gusta mucho. No nos pudimos poner de acuerdo sobre qué tomar (ahí ya empezamos mal). Luego comenzamos a charlar, bah charlar es un decir. Comenzó su interminable monólogo a lo largo del cual, entre otras cosas, me habló de sus ex-novias, dijo que Europa no era nada del otro mundo y otras tantas barbaridades que serían un sacrilegio en cualquier manual de primeras citas. De más está decir que aduje un cansancio repentino para terminar con ese calvario y a los cinco minutos volvía aliviada a mi casa. Conclusión: no hubo segunda cita por razones obvias, el candidato resultó un pelmazo.

El segundo candidato parecía buen chico. Amable, muy caballero, divertido, pero no congeniamos. Era el amigo del marido de una amiga, ella le pasó mi teléfono y me invitó a salir. Fuimos a comer a un restaurant en Palermo que yo no conocía, charlamos un montón (esta vez sí fue un diálogo) pero no hubo piel ni atracción ni curiosidad ni nada. Me devolvió a la puerta de mi casa y tácitamente supimos que no volveríamos a vernos. Conclusión: no hubo segunda cita porque no funcionó, una pena.

El caso que voy a comentar ahora sí que fue paradigmático. La salida con F. fue una de las mejores citas que recuerdo haber tenido: simple, espontánea, completa. Nos conocimos en el recital que dio Cerati el año pasado en Figueroa Alcorta y Pampa, intercambiamos teléfonos, luego mails y comenzamos a chatear. Estuvimos dos semanas conociéndonos por MSN, fueron charlas muy amenas, divertidas, tranquilas. Un sábado a la tarde nos encontramos en el chat y me invitó salir. Fuimos al recital de una banda underground de la que el era fanático en Unione e Benevolenza. Luego fuimos a comer pizza por la calle Corrientes, y más tarde a tomar un café a El Gato Negro, un bar que les recomiendo. Seguimos charlando y charlando, y descubrimos que teníamos mucha afinidad especialmente a nivel intelectual. Pasó el tiempo sin querer y sin que lo advirtiéramos, se hizo de madrugada y decidimos venir para el lado de mi casa. Dimos unas vueltas por el barrio, estuvimos sentados un rato en un banco del boulevard y todo marchaba tan bien que lo invité a tomar un café y escuchar música en mi casa. No pasó nada, simplemente unos besos, abrazos, mimos que se prolongaron hasta las 7 de la mañana. Recuerdo que hasta tomó un baño ... qué loco, no? Sin embargo, después reparé que el final de la cita no fue acorde a lo que había sido el desarrollo, la despedida fue un tanto fría. En ese momento no me di cuenta porque estaba alucinada con la noche que acababa de pasar. ¿Qué pasó después? No volvimos a hablar, chateamos cada vez menos hasta no chatear, y tuve que escribirle un mail casual para no quedarme al menos con la intriga. Y ahí saltó el consabido "no sos vos, soy yo". F. se había percatado que yo era una chica para tomar en serio, y él no estaba en un buen momento personal, por lo tanto lo mejor era dejar de hablar, chatear, dejar todo. Conclusión: no hubo segunda cita porque ... ¿por qué no hubo segunda cita?????

Y ahora llegamos a E., con quien transcurridas dos semanas de nuestra primera cita aún no hemos podido concretar la segunda. Me había llamado el martes para invitarme, el jueves chateamos y no hizo más que repetir que tenía muchas ganas de verme y que la íbamos a pasar genial. Más tarde esa noche me envió un sms para reiterar una vez más las ganas que tenía de verme. Pero el viernes recibí otro sms con la devastadora noticia: estaba internado con un cólico renal y por supuesto no iba a poder salir. Me llamó a la noche, dijo que se sentía mejor y que era algo que ya le había pasado varias veces. Ayer sábado le envié un sms para ver si seguía mejorando, me contestó brevemente que estaba mejor, gracias y besos. Hoy vi que anoche muy tarde me escribió por Facebook: "Me siento mejor ... y muero por estar con vos, gracias por tu sms. Sos hermosa ... te extraño. Take care, E.". Semejante contraste entre su conciso sms de la tarde y estas líneas tan efusivas me descolocó un poco, consideré que no debía contestarle, al menos por ahora. No pensaba escribirle y mucho menos llamarlo hoy, pero después de chatear con mi amiga P. me di cuenta que no tenía nada de malo y que me moría de ganas de hacerlo. Así que hace un rato, en una de las pausas mientras escribo en este blog, lo llamé al celular. Y sucedió lo temido, no me contestó, y ahora está sucediendo lo más temido: todavía no me contestó el mensaje que le dejé. Conclusión: la segunda cita sigue sin concretarse a pesar de los amagues, las promesas y los deseos latentes. Surgen demasiados obstáculos: un casamiento, un cólico renal, ¿qué seguirá? ¿Por qué es tan difícil? ¿Qué sucede en realidad? Los maravillosos detalles de nuestra fabulosa primera cita se van diluyendo en el tiempo. ¿Realmente salimos o lo imaginé?

No puedo creer que todo esto me esté sucediendo, me cuesta creer algunas cosas pero no quiero caer en la paranoia. Solamente me pregunto, mientras mis esperanzas de vencer la maldicion se desintegran: ¿qué hice yo para merecer esto?

1 may 2008

Y cómo es él?


Creo que es hora de que les hable de E., de cómo es él. Porque hasta ahora no hice otra cosa que contar todo lo que pasó entre nosotros desde que la vida (o mejor dicho Facebook) hizo que nos volviéramos a cruzar.

E. es atractivo (sin llegar a ser buen mozo), tiene una mirada penetrante e es innegablemente sexy. Tiene una estatura mediana, es delgado, atlético, y su boca y sus manos son hermosas. Es muy inteligente, culto y tiene mucho mundo. Quizás habla demasiado de él, y habla muy rápido también, no sé si producto de cierta disimulada timidez. Sabe que es lindo, sabe que es inteligente y eso hace que sea muy seguro de sí mismo, lo que exuda sensualidad. Es tremendamente prolijo en su apariencia, es elegante y se viste muy bien.

Recuerdo que cuando lo veía en el estudio (la empresa donde nos conocimos hace 10 años) no podía evitar suspirar. Lo veo todavía con sus trajes azules o grises impecables, sus inmaculadas camisas blancas y sus bellas corbatas, siempre bien peinado y oliendo exquisito, siempre seductor aunque distante. No hablábamos mucho en esa época, nos encontrábamos en algún pasillo o en el ascensor o en la puerta del edificio, y me saludaba con un simple "hola, cómo estás". Nunca iba a los eventos sociales, es decir fiestas, despedidas, cumpleaños, happy hours, o al menos no recuerdo que hayamos coincidido en ninguno. Si no fuera por él, tampoco recordaría ese pico que nos dimos en la fiesta de fin de año en el Sheraton. Creo que sí alguna vez nos cruzamos en Pinamar.

Siempre lo recuerdo de novio: con una chica del estudio, una rubia insulsa y esquelética que ni siquiera era linda (sin ánimo de ofender, juro que es la verdad) y mucho menos simpática. Con ella salió varios años e incluso convivieron. Yo hubiera jurado que se había casado con ella pero él me contó que se está por casar con otro y que mantienen una muy buena relación. Después se ve que salió con otras, de acuerdo a lo que me contó: hubo una María, una Gabriela, una Betina, etc etc.

No habla mucho de su familia, parece que estuviera muy solo en ese sentido. Su mamá murió cuando él tenía 22 años, tiene un hermano mayor al que no ve, y hasta donde sé un sólo sobrino, el adolescente que les comenté el martes. Tiene también dos ahijadas. Dice que le encantan los chicos, hasta me dijo que uno de los cuartos de su departamento está destinado para el hijo o hijos que piensa tener. Tiene varios amigos, según parece, a los cuales conozco en su mayoría porque eran del estudio, con quienes se encuentra prácticamente todas las semanas y con un par mucho más seguido.

Quedé gratamente sorprendida por su formación intelectual y miren que no es fácil impresionarme. Es contador y licenciado en administración de empresas, pero desde hace unos años está estudiando sociología. ¿Qué tal? Se nota que es un ávido lector, hablamos mucho de libros y pude curiosear también su interesante biblioteca. Le gusta mucho la música y el cine. Le gustan los idiomas; habla un perfecto inglés y también está estudiando francés. Le encanta viajar, tiene una pasión que raya en lo inexplicable por Irlanda ("tenés que ir", me dijo varias veces) y una gran fascinación por La Gran Manzana. Tiene un agudo sentido del humor, sabe reírse de sí mismo aunque hasta ahí nomás.

Su casa es grande, luminosa y ordenada, casi un reflejo perfecto de su personalidad. Cuando me preguntó si me gustaba, le respondí que sí porque está llena de libros, CDs y fotografías. Tiene varias fotos de él en sus viajes, con amigos, y una de su madre cuando era chica que me conmovió particularmente. Todo está muy ordenado, tiene varios espejos y muchas ventanas.

Ahora bien, detrás de esa personalidad arrolladora, también existe un egocéntrico, un soberbio y un tímido solapado. Incluso tras esa seguridad en sí mismo, creo que hay un dejo de inseguridad que se trasluce en su necesidad de quedar siempre bien, causar una perfecta impresión en cada acción que ejecuta, ya sea trabajando, haciendo algún deporte o tratando de conquistar a una mujer. Hasta puedo imaginar una mente bastante calculadora, como si midiera cada paso que da, como si no se detuviera hasta conseguir sus propósitos, como que nada es casual en él.

Eso es todo lo que pude ver hasta el momento, aunque sé que todavía puede haber mucho más. ¿Quién sos, E.? ¿Lograré conocerte en realidad o sólo me permitirás llegar hasta dondé vos quieras? ¿Y después qué? Debo admitir que hasta ahora todo lo que vi me gustó, incluso sus más oscuros defectos. Sé que sos un enigma ... y mal que me pese, siempre adoré las personalidades complejas y los misterios ...