19 feb 2008

El remedio, peor que la enfermedad ...


Hay muchos que comparan el amor, o lo que sea que se parezca al amor, con una suerte de adicción. A veces sólo se trata de cierta inclinación por una persona, que te gusta mucho, o que simplemente tengo ganas de estar con él. Un "sentimiento" que no se evitar, que de a poco desemboca en una dependencia y de ahí en una adicción.

Es sorprendente cuántos tipos diferentes de adicción pueden existir. Sería muy simple si sólo se tratara de sexo, alcohol, el juego o cigarrillos. Yo creo que hay varios más, y todos comienzan más o menos de la misma manera.

Primero es algo que te gusta mucho, experimentas sumo placer, comienza como algo normal, un juego, algo light, pensás que podés manejarlo fácilmente y dejar en cualquier momento. El problema es que nunca termina bien, porque a la larga lo que te excitaba tanto deja de ser agradable y empieza a doler cuando te falta, cuando no lo podés tener todas las veces que querés. Y ahí decidís que querés abandonar el hábito, o a la persona, pero eso precisamente es lo más difícil ... querer dejar la adicción porque justamente fue por algo que me hice adicta.


Lo bueno cuando uno tiene un problema es admitir que ese problema existe, no es así? y cuando uno se da cuenta que toco fondo es momento de dejar el vicio ... ahora bien cómo sabér cuándo estoy tocando fondo? Será quizás cuando cruzamos la línea del placer en algún punto, cuando esa persona se vuelve una obsesión, una compulsión y perdemos el control? Me aterra ver que la mayoría de las cosas que hago tienen que ver con él: busco la manera de encontrármelo, quiero ir a los lugares que frecuenta, estoy durante horas conectada en el msn por si aparece, escribo nicks sugestivos, estoy atenta a sus cambios de nick, chequeo 100 veces el display del celular para ver si me escribió como si no existiera la alerta sonora para los mensajes entrantes. Al principio creemos que nos vamos a conformar con lo que nos da, y abrigamos la secreta esperanza de que con el tiempo nos mirará de otra manera, se dará cuenta de lo maravillosa que soy y de que estamos hechos el uno para el otro. Pues bien, no es así. Lo que creí que podía manejar a mi antojo es un bumerang y quedo atrapada en mi propia trampa. Intento sentir esa emoción que sentía al principio, que me hacía olvidar todo lo demás, pero no vuelve. Para colmo me esfuerzo por hacerle creer a todo el mundo que esta todo bien y ahora ni siquiera puedo hablar de lo que realmente me pasa con nadie, me hago la canchera y para eso hay que ser canchera. Intenté reemplazarlo con alguien en las vacaciones y tampoco dio resultado, con alguien prohibido pensando que luego estaría inhabilitada moral y psicológicamente para volver a pensar en él, solo para descubrir que él siempre me había interesado desde un principio. Quién dijo que un clavo saca a otro clavo? Y eso da lugar al dolor, porque me doy cuenta de que estoy nuevamente frente a un nuevo imposible, que una vez más me equivoqué, que jugar con fuego no está hecho para mí.

Hay que terminar, para qué insistir con algo que no puede ser. Pero el punto final tampoco es fácil, porque hay nostalgia (por mas que no hayan sido muchos los momentos compartidos), sigo escuchando hablar de esa persona, sé qué hizo, con quién estuvo y no logro cortar los lazos. Siempre hay algo que me lo recuerda, y se vuelve un suplicio contener las ganas de verlo, llamarlo, escribirle. Ya van dos veces que evito encontrármelo, y aunque por un lado me enorgullezco de haber resistido la tentación, por el otro me dan más ganas todavía de verlo, y me pregunto si todo este sacrificio vale la pena. Me prometo a mí misma una y mil veces que no voy a buscarlo más y pienso que con el tiempo lo voy a lograr, pero cada día se vuelve más difícil. El síndrome de abstinencia suele ser devastador las primeras semanas, pero dicen que si uno es capaz de superarlo es altamente probable que supere la prueba completa. Pido a mis amigos que no me hablen de él, para forzarme a mí también a no hablar, y lo tengo más presente que nunca.

Porque no importa cuánto duela una situación, cuán contraria sea la realidad a nuestras expectivas, cuánto daño nos haga, cuán imposible sea, cuantas fallas tenga, cuántas razones lógicas encuentre para que no podamos estar juntos ... a veces duele más ponerle fin.

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